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Notas de campo: Semana 3 – Buscando suministros

Historia
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La vida en el Arca es mejor de lo que pensaba. Los ingenieros se han superado a sí mismos: han montado un sistema de poleas para subir provisiones —y personas— hasta la cima. Es rudimentario, ruidoso y está lejos de ser perfecto. Pero funciona.

Parece que la voz se ha corrido, porque cada día llegan nuevos sobrevivientes. Hemos pasado de ser un puñado de almas cansadas a algo que se asemeja a una comunidad. Más manos para trabajar, sí, pero también más bocas que alimentar. Es un compromiso: el crecimiento conlleva riesgos, ya que así es más difícil mantener la seguridad de todo el asentamiento.

Hemos estado peinando la ciudad, recogiendo lo que sea que podamos. Comida, medicinas, herramientas, chatarra… todo vale algo. Casi todo ya ha sido saqueado, pero si te atreves a adentrarte más en la ciudad, aún puedes encontrar algunas cosas. Si sobrevives.

Ayer llegamos a una manzana cerca de la Rue Coquillière. Entramos en una vieja panadería. La planta de arriba estaba vacía: estanterías desnudas, cristales rotos, polvo tan espeso que costaba respirar. Pero en el sótano…

Un enjambre de ratas devoraba un cadáver.

Al oírnos bajar, se giraron. Sus ojos brillaron, sus cuerpos temblaron… y una de ellas… explotó.

La explosión fue pequeña, pero brutal. Esporas y pedazos de carne volaron por toda la sala. Disparamos mientras retrocedíamos escaleras arriba, justo cuando más ratas empezaban a hincharse y estallar. El ruido era ensordecedor, el hedor insoportable. Pero conseguimos salir.

Ya a salvo, me giré para mirar. Las ratas estaban muertas. Pero las esporas seguían flotando en el aire, como una niebla maligna que se niega a irse.

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