Notas de campo: Semana 4 – Los Sectarios

Cada vez estoy más agradecido de haber llegado al Arca. Ofrece algo parecido a una vida, a una comunidad.
Sin eso… la gente cambia. Se vuelve extraña.
Estábamos patrullando cuando los vimos — tres figuras apenas visibles entre la niebla.
Se movían como si llevaran mucho tiempo ahí afuera: encorvados, cautelosos, pero decididos.
Me acerqué con las manos en alto, el rifle colgado a la espalda. Antón se quedó atrás, cubriéndome.
Les dije que veníamos del Arca, que teníamos refugio y medicinas.
Se giraron hacia nosotros. Sus rostros estaban cubiertos con máscaras talladas en madera o hueso.
«Estamos bien donde estamos», dijo la líder. Probablemente una mujer. Su voz era grave y serena. «El bosque nos da todo lo necesario».
Les dije que estaban locos, que iban a morir ahí fuera. Pero no se dejaron convencer.
Esa noche, en el Arca, escuchamos cantos. Graves, guturales, como un rezo. Resonaban entre los árboles como una ola. Nadie durmió.